viernes, 23 de septiembre de 2016

Cumple años Cynthia Urías


Teleactriz mexicana de telenovelas de amas de casa con pocas inquietudes intelectuales y adorno de programas televisivos. Está muy buena y las medias le sientan de fábula. También el sostén, que no hace más que ponerme nervioso porque mejor sin él..
Y...
Y ya está.

Cumple años Alex Proyas, director de cine, escritor y productor australiano. Famoso por la icónica película El Cuervo 1994 (adaptación de un cómic para adultos). En este film, el actor Brandon Lee (hijo de Bruce Lee), murió durante el rodaje por un balazo. Proyas prometía una gran carrera por la rompedora estética de la película y sus acertadísimos diálogos; pero no pudo superarla y las pocas pelis que ha realizado, han rozado la mediocridad.

Cumpliría años Romy Schneider, actriz franco-germana. Fue la célebre emperatriz Sissi. Su carrera fue imparable en trabajos, nominaciones y premios. Trabajó con los más prestigiosos directores. Su belleza y su sensualidad no tenían discusión. Murió alcoholizada y drogadicta a los 43. Se dice que no pudo superar la escalofriante muerte de su hijo de 14 años, que trepando la valla de la casa se quedó clavado en ella, los intestinos se desgarraron; fue una muerte lenta.

"NEUROCIENCIA.
Ver películas tristes nos hace sentir más unidos a los demás.
Los dramones provocan que el cerebro segregue endorfinas, unas moléculas encargadas de aliviar el dolor y del sentimiento de bienestar.
REDACCIÓN 22/09/2016 14:12 | Actualizado a 22/09/2016 14:14
¿Recuerda la película ‘Mi vida sin mí’ (2003), de la cineasta catalana Isabel Coixet? Narra la vida de Ann, una mujer de 23 años, con dos hijas, que lleva una vida humilde y a la que le diagnostican una enfermedad terminal. Eso la empujará a elaborar una lista de las cosas que quiere hacer antes de morir. Si la ha visto, lector, es probable que lo hiciera pañuelo en mano llorando a moco tendido. Tal vez le ocurriera lo mismo con “La Lista de Schindler”, de Steven Spielberg, o Amour, de Michael Haneke. A pesar de ser auténticos dramones, nos gustan.
La razón no es que seamos masoquistas, sino que, según investigadores de la Universidad de Oxford, liderados por el psicólogo evolutivo Robin Dunbar, ver films que nos resultan traumáticos estimula la segregación de endorfinas en el cerebro, unos neurotransmisores que funcionan como opiáceos endógenos y nos proporcionan placer, sensación de bienestar y nos alivian el dolor.
En estudios previos, los investigadores ya había comprobado que las actividades en grupo como bailar, cantar o reírse provocaban la segregación de endorfinas en el cerebro, lo que aumentaba el umbral de tolerancia al dolor y establecía lazos más fuertes entre los participantes. Es más, se ha visto que los primates cuando hacen “grooming” también segregan endorfinas y fortalecen la relación grupal. De ahí que partieran de la hipótesis para este nuevo trabajo de que ver una película dramática podía desencadenar el mismo procedimiento.
Para comprobarlo, realizaron un experimento con 169 voluntarios, que no se conocían entre ellos, y a los que hicieron ver una película, “Stuart: una vida al revés” (2007), basada en la historia real de un drogadicto sin hogar y alcohólico. A otros 68 participantes les enseñaron dos documentales de la BBC, uno sobre historia natural y otro sobre geología y arqueología de Gran Bretaña.
Los resultados de este trabajo, apuntan los investigadores, sugieren que ver dramones aumenta los niveles de endorfina en el cerebro, lo que potencia la tolerancia al dolor y aumenta el sentimiento de unión con el resto del grupo.
Antes y después de ver las películas, a todos los voluntarios se les pedía que valoraran su estado de ánimo, sus sentimientos y cómo se sentían respecto al resto de personas que formaban su grupo. Además, les hacían realizar un ejercicio para cuantificar cuánto eran capaces de resistir el dolor: les pedían que aguantaran haciendo una sentadilla lo máximo que pudieran, hasta que los músculos de los muslos sintieran que les quemaban.
La capacidad de resistir al dolor está ligada a la segregación de endorfinas, por lo que esa simple prueba le daba a los científicos una medida indirecta de los cambios en los niveles de endorfinas en el cerebro.
Según los resultados del estudio, las personas que vieron el dramón aumentaron su tolerancia al dolor en un 18% en comparación al grupo control que vio los documentales. Además, los voluntarios que mostraron una mayor tolerancia al dolor también tenían más sentimientos de unión respecto al grupo, aunque se sentían más alicaídos.
No obstante, no todos los que vieron la película reaccionaron igual. También hubo voluntarios que no se sintieron después más unidos al grupo. De acuerdo con los autores de este trabajo, que recoge la revista científica Royal Society Open Science, es también lo que ocurre en la vida cotidiana: si bien algunas personas ante determinados eventos se emocionan e implican mucho, otras, en cambio, se quedan impasibles."

Pues mira por donde, que yo no tengo endorfinas. Me pierdo siempre lo mejor, con lo bonito que es salir del cine compungido y decirle al hijoputa de tu jefe: "Te quiero".
No me imagino con cara de Tereso de Calcuta, pensando en el hambre y la guerra en el mundo, y besando casta y tristemente a mi mujer en lugar de meterle la lengua en el coño.
La peli más triste que recuerdo es la de Arnold Terminator, en la que hace el papel de hombre embarazado (me dio tanta pena -asco- que no quiero ni buscar el título en internet). No sentí especial afecto por nadie y mucho menos por una caterva de vecinos o conciudadanos. Es más, deseé meterme los dedos en la boca y vomitar en el vestíbulo del cine para purgarme de toda esa mierda.
También pegarle fuego, por supuesto.
Lo que más me preocupa y me tiene podrido: ¿hay gente que cobra por hacer esos "estudios"?
No jodas...
Y ahora, a por la depresión otoñal. Ya podéis empezar a llorar sin saber porqué, mirando caer hojas podridas a través de una ventana de vidrio empañado. ¿A que soy la hostia puta de bucólico cuando me da la gana?
El otoño se acaba de inaugurar oficialmente.
En lugar de drogas, alcohol y sexo anal; mejor os compráis una antología de pelis del sobrevalorado Charlot (todas sus pelis son en tonos grises, ideales para una tarde de suicidio) y os ponéis tibios a llorar con el dramón de El Niño.
No todo va a ser desenfreno, ya sabéis lo bueno que es para vuestra salud (dichosos los que tenéis endorfinas) llorar abrazados a vuestro cónyuge o adúltera/o amante.

Buen sexo.
Iconoclasta

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